Crónicas italianas
Poco antes de escribir «La Cartuja de Parma», Stendhal (1783-1842) adquirió «unos viejos manuscritos en tinta amarillenta» de los siglos XVI y XVII que le entregaron en vivo costumbres y personajes del Renacimiento y del posrenacimiento italianos. Pero lo que le interesaba de esas crónicas no era su valor puramente histórico, sino el mundo de pasiones enérgicas, amores tremebundos o tiernísimos y crímenes de alto bordo que sacaban a la superficie. Como refleja «Rojo y negro», Stendhal siempre se había sentido atraído por los «beaux crimes», trágico resultado de amores desenfrenados y traicionados, de venganzas por ofensas al honor o de desmesuradas ambiciones. La traducción, adaptación y transformación que hizo de esas «Crónicas italianas» («La abadesa de Castro», «Vittoria Accoramboni», «Los Cenci», «La duquesa de Palliano», «San Francesco a Ripa», «Vanina Vanini», «Favores que matan» y «Suora Scolastica») hicieron que pasaran a formar parte de su obra con los mismos merecimientos que sus grandes novelas.